(Cuento) Era un día como otro cualquiera. Caminaba yo por un espeso y sombrío bosque que asustaba hasta al más gustoso de lo inesperado. Sus grotescos y portentosos árboles parecían absorber, de golpe, lo celeste del despejado y apenas perceptible cielo. Sus espesas ramas, cual abarcadoras manos de gigantes, obstaculizaban la calidez y espesura del Astro Rey. Amenazadores, repiqueteaban los chillidos de búhos, grillos y otro sinfín de animalillos que apenas pude percibir. Aunque a lo lejos brillaba el sol, en el interior de aquel nefasto boscaje se sentía una perpetua tiniebla que hacía escalofriar hasta los huesos al más audaz paladín. Andaba yo pues, sin rumbo, desorientada, como vagabundo sin cobijo, y confusa ante aquel lugar inexplorado para mí. Una espesa niebla segó mi visión. Isofacto, ante mí, una criaturilla. Froto mis ojos una y otra vez ante el desconcierto. No era un animal, no era un humano, pero
El arma de una guerrilla online