Reunidos temprano en el ingenio La Demajagua, los hombres que habían acudido al llamado del patriota manzanillero recibieron su cálida arenga cuando les declaró que aquel era “el primer día de la libertad e independencia de Cuba”.
El 10 de octubre de 1968 Carlos Manuel de Céspedes inauguró un nuevo período de nuestra historia al dar el grito de ¡Viva Cuba Libre! |
Céspedes, dando ejemplo de humanismo y profundos valores patrios, hizo tocar por última vez la campana del batey llamando a sus esclavos y les anunció que desde aquel momento eran hombres libres. Lo mismo hicieron los demás hacendados presentes en el lugar. Después, en una sucesión de escenas electrizantes, Céspedes presentó e hizo jurar la bandera que había escogido y dio a conocer un manifiesto que, de hecho, constituye la declaración de independencia de Cuba.
En la madrugada del domingo 11 de octubre el caudillo salió con cerca de 200 hombres, muy pocos de los cuales portaban armas de fuego, hacia el poblado de Yara. Contaba con tomar el lugar sin resistencia alguna, ya que no era considerada una plaza militar.
Una ágil gestión de los gobernadores de Manzanillo y Bayamo, alertados por lo indiscreto de los movimientos realizados por los patriotas, posibilitó que llegara con tiempo suficiente a Yara una columna española para su defensa.
El jefe de la tropa española, informado que se acercaban insurrectos, apostó sus hombres alrededor de la plaza del pueblo. En la noche la caballería cubana desembocó en aquel punto profiriendo gritos de ¡Viva Cuba Libre! con la confianza y tranquilidad de que sería una acción tranquila. La alegría y el ímpetu se vieron truncados por una descarga cerrada de fusilería en plena oscuridad.
La sorpresa se apoderó de los criollos y en total desorganización retrocedieron en un primer momento y luego se retiraron del combate. Así terminó el primer hecho de armas de la Guerra de los 10 años, en el que cayeron los primeros soldados cubanos y españoles. Cuenta la tradición oral que al quedarse solo Céspedes con un puñado de patriotas, un desalentado le insinuó la rendición. "Aún quedamos doce hombres —replicó Carlos Manuel—, bastan para hacer la Independencia de Cuba".
Por el encuentro de Yara se supo en el mundo que la revolución en Cuba era ya un hecho. De ahí que se tomara esa acción como punto de referencia del movimiento iniciado.
Yara se convirtió en el símbolo de la rebeldía. El propio Céspedes prefería aludir a ese pueblecito de su primer infortunio guerrillero, antes que a La Demajagua, al hablar del comienzo de la guerra. Así, no es extraño que al pasar el tiempo, algunos de los protagonistas de aquellos hechos llegaran a confundir en un mismo recuerdo dos sucesos desarrollados en fechas diferentes, originando la tradición de festejar “El grito de Yara” el 10 de octubre.
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