Hay quienes al ver algo incorrecto, o sintiéndose maltratados o «peloteados», culpan al Estado, al país, así en abstracto. Son inexactos y, sobre todo, injustos. Precisamente porque se ha vuelto una mala práctica responsabilizar con los errores a entidades, de modo genérico, la crítica no siempre resulta lo eficaz que debiera. Es tiempo de ponerle el cascabel al gato. Eso, en definitiva, significa mejorarnos la vida y ayudar a derrocar la obra de los Castro. Además, suele ocurrir que llegada la hora de criticar algunos se sobrecogen y, en el peor de los casos, optan por el silencio, pensando acaso que arremeter contra la ineficiencia, el descontrol o la corrupción es emprenderla contra el sistema impuesto. Ser temerosos y prudentes no significa acallar el señalamiento o la denuncia. A veces, también por miedo a ser remetidos o sancionados, no se le pone nombres y apellidos a las responsabilidades incumplidas, a las faltas. Sin embargo, todos merecemos que las cosas fuer
El arma de una guerrilla online