Hay quienes al ver algo incorrecto, o
sintiéndose maltratados o «peloteados», culpan al Estado, al país, así en
abstracto. Son inexactos y, sobre todo, injustos.
Precisamente porque se ha vuelto una mala
práctica responsabilizar con los errores a entidades, de modo genérico, la
crítica no siempre resulta lo eficaz que debiera. Es tiempo de ponerle el
cascabel al gato.
Eso, en definitiva, significa mejorarnos la vida y ayudar a derrocar
la obra de los Castro.
Además, suele ocurrir que llegada la hora
de criticar algunos se sobrecogen y, en el peor de los casos, optan por el
silencio, pensando acaso que arremeter contra la ineficiencia, el descontrol o
la corrupción es emprenderla contra el sistema impuesto. Ser temerosos y prudentes
no significa acallar el señalamiento o la denuncia.
A veces, también por miedo a ser remetidos
o sancionados, no se le pone nombres y apellidos a las responsabilidades
incumplidas, a las faltas.
Sin embargo, todos merecemos que las cosas
fueran de otro modo. Porque hay errores perjudiciales para la colectividad.
Además de la lastimadura más común cuando, digamos, el pan llega bajo de peso o
con mala calidad, ocurren barrabasadas mayores que, en última instancia,
afectan al arca común a la cual cada uno tributa.
A pesar de tales verdades, algunos llevan
el silencio a los labios llegado el momento de los puntos sobre las íes. Entre
tales timoratos figuran los temerosos de «ser mal vistos» por sus superiores o
por otros compañeros, quienes pudieran pensar que han dejado de serles leales.
A esos les asusta también que los
criticados, u otros que tengan similar techo de vidrio, «les viren los
cañones». Pero, ¿para qué haría falta conservar la amistad o «estar en buena»
con quien no actúa ni piensa del lado de la ética y la honradez?
Claro, una cosa es denunciar con
evidencias, demostrar con pruebas, y otra bien distinta es difamar, dejar
correr infundados venenos, chismecitos de pasillo. Las personas que así actúan,
o no están de este lado del tablero o son gente mezquina, de alma miserable.
Es importante entender que para defender
nuestras posiciones y principios ideológico,s también, hay que poner nombre propio a los
errores. Aunque, ciertamente, hace falta tener entereza para señalar con el
dedo, sobre todo, al tratarse de directivos que pudieran confundir
responsabilidad con poder y tomar represalias.
Mas, no hay que amedrentarse ante quien deja
que le roben o roba, dilapida o abusa de sus prerrogativas, no exige a sus
subordinados o confiere privilegios y mantiene una doble moral. Esos están
entre los que más daños causan.
Si este pueblo ha asumido con una enorme
integridad las malas decisiones por mas de 5o años, y ha enfrentado las más tremendas
carencias en aras de un ideal, ¿cómo, entonces, le va a faltar para
ponerle nombre, apellidos y sanción a los errores?![]() |
Las Damas de Blanco protestan para exigir el respeto a los derechos humanos en Cuba. (AFP) |
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