Los gobiernos deben practicar la tolerancia ideológica, el respeto al ciudadano y se ejemplo inclaudicble de los principios inherentes del ser humano. (L. VAREA) |
Cuentan que
durante la era glacial, muchos animales morían de frío. Algunos, percibiendo
esta situación, acordaron vivir en grupos, así se daban abrigo y se protegían
mutuamente. En algunos casos, por ejemplo aquellos animales que tenían espinas, las suyas herían a los más próximos, justamente a aquellos que
le brindaban calor; y es por esto que se separaron unos de otros.
Pero,
nuevamente volvieron a sentir frío y tuvieron que tomar una decisión:
desaparecer de la faz de la tierra o aceptar las espinas de sus vecinos. Con
sabiduría, decidieron volver a vivir juntos. Fueron capaces de acomodar sus
espinas para convivir. Lo interesante de esta historia no está ni siquiera en
lo que lograron hacer estos animales, sino en cómo llegan a lograrlo.
Los
animales solamente pueden emitir señales a sus congéneres, en relación con
fenómenos limitados y en una realidad inmediata y directa. Son esclavos de las
situaciones percibidas y se orientan automáticamente. Reaccionan
instintivamente ante determinados estímulos y aún, cuando no permanecen
indiferentes a lo que ocurre a su alrededor, sólo se reconoce la existencia de
reacciones afectivas en cuanto a la satisfacción de sus necesidades biológicas.
Este
es el nivel de funcionamiento del reino animal. Entonces, pudiéramos
preguntarnos: ¿Por qué a los seres humanos nos resulta tan compleja la
convivencia?
¿Cómo aceptar, respetar y apreciar la diversidad de pensamiento? |
No
hablamos aquí de una ciudadanía abstracta, sino del sujeto humano vivo y
corpóreo, por tanto, diverso. ¿Por qué es importante para la práctica
revolucionaria el debate sobre la identidad y la diversidad? ¿Cómo aceptar,
respetar y apreciar la diversidad de pensamiento?
Intentando
buscar una posible respuesta a las interrogantes planteadas, pudiéramos apuntar
lo individual, irrepetible y único que “caracteriza” a la subjetividad
humana.
Cada uno de nosotros es un universo único, con carácter, creencias, necesidades, motivaciones, ideales, valores, metas, que nos diferencian entre sí y que condicionan la manera en que nos relacionamos. Por ende, los gobienos deben practicar la tolerancia ideológica, el respeto al ciudadano y ser ejemplo inclaudicable de los principios inherentes del ser humano.
A pesar de ello somos seres sociales, inevitablemente convivientes. Compartimos con los otros en diversos espacios de convivencia: familia, centros educativos o laborales, espacios recreativos y de uso del tiempo libre e incluso en los espacios virtuales; cada uno de ellos con estructuras, propósitos, potencialidades y posibilidades diferentes.
Si
bien todos estos argumentos cuentan con un alto grado de validez, no podemos
olvidar que es en las relaciones con otros, que nos formamos y desarrollamos,
que nuestros ancestros optaron por vivir en grupos para poder resolver sus
necesidades más eficazmente, con el trabajo en equipo se logran mayores y
mejores niveles de eficiencia y efectividad.
La
polémica es entonces, ¿cuáles serían los principios fundamentales a tener en
cuenta para convivir en armonía unos con otros, gobierno-opositores, en la Cuba
de hoy?
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