La guerra se inició el 24 de febrero de 1895 y es conocida como el Grito de Baire. |
El hecho es popularmente conocido en ciertos círculos
como el Grito de Baire y terminó con la rendición del ejército colonial
español ante el avance militar norteamericano en 1898, con la asistencia y el
apoyo de los mambises (miembros del ejército independentista cubano) en la
conocida generalmente como Guerra Hispano-Estadounidense, llamada guerra
hispano-cubano-norteamericana dentro de la Isla.
José Martí, los preparativos
José Martí, alma incansable y poética del patriotismo
cubano, ausente de la Isla desde su deportación a la península en 1871,
organiza en los Estados Unidos el Partido Revolucionario Cubano (PRC) cuyo principal
objetivo era lograr la independencia de Cuba. Más tarde patriotas
puertorriqueños se unieron con el compromiso de que una vez liberada Cuba, las
fuerzas independentistas hicieran lo mismo con Puerto Rico.
Conocedor de las razones del fracaso de la Guerra de
los Diez Años, Martí preparó las condiciones para que las mismas no se
repitieran, dándole a la fuerza militar un poder ilimitado en cuanto a
estrategia y táctica, pero dejando al poder civil solamente la tarea de
sustentar diplomática, financiera y legalmente la guerra y de gobernar en los
territorios liberados.
Martí viajó a Costa Rica, en donde vivía Antonio
Maceo, para convencerlo de la necesidad de su aporte a la gesta de
independencia. Lo mismo hizo con Máximo Gómez, quien vivía en la República
Dominicana.
Fue en este último país en donde se firmó el
Manifiesto de Montecristi, que expresa la necesidad de la Independencia de
Cuba. Embarcando desde Haití al frente de una reducida fuerza militar,
desembarcaron en Playitas de Cajobabo para coincidir con el Grito de Baire y
los levantamientos en varias zonas del oriente de Cuba.
La guerra
El 24 de febrero de 1895 da comienzo la insurrección
en Baire, localidad situada a unos 75 kilómetros de Santiago de Cuba. Es la
conocida como Grito de Baire. Las autoridades coloniales logran descabezar la
insurrección en las cuatro provincias occidentales, con la detención de Julio
Sanguily y José María Aguirre Valdés.
La metrópoli envía a la Isla nueve mil hombres,
suspende las garantías constitucionales y aplica censura a la prensa. El 21 de
marzo, Antonio Cánovas envía otros siete mil hombres y nombra a Arsenio
Martínez Campos, artífice de la Paz de Zanjón, Capitán General de Cuba.
Con la experiencia de la Guerra de los Diez Años, un
mayor apoyo de las fuerzas políticas y una mayor conciencia nacional, los libertadores
concibieron la campaña Invasión al Occidente que tenía el fin de tomar ese
sector de la Isla.
No fue fácil someter el Oriente de Cuba, en donde las
fuerzas realistas tuvieron grandes aprietos para contener a los libertadores.
Sin embargo, José Martí y Antonio Maceo murieron en la contienda: Martí casi al
inicio de la guerra (19 de mayo del 1895) y Maceo en una emboscada al oeste de
La Habana (7 de diciembre de 1896).
Entre las muchas victorias obtenidas por los soldados
cubanos se destaca el cruce de Trocha de Júcaro a Morón, en lo que actualmente
es la provincia de Ciego de Ávila, con el objetivo de impedir el cruce de las
tropas libertadoras hacia el occidente.
Dicha trocha representaba no sólo una necesidad para
el cumplimiento de la Campaña de liberación del Occidente, sino además una
victoria que demostraría el desarrollo militar de los insurgentes. Generalizada
la rebelión en toda la Isla, el gobierno central de Madrid destituyó al general
Martínez Campos y decidió enviar a Cuba, al general Valeriano Weyler. Este
último, llevaría a cabo una guerra atroz en su afán de derrotar a los
independentistas cubanos.
Con un cuarto de millón de hombres, el general Weyler
se propuso acabar la guerra en un período de 24 meses. Una de sus medidas sería
colocar a los habitantes rurales en campos de concentración para de esta manera
privar a los patriotas de la ayuda que el campesinado cubano le brindaba al
ejército libertador.
Se calcula que murieron unos cien mil cubanos en
dichos campos de concentración debido al hambre y las enfermedades, en su
mayoría ancianos, mujeres y niños. Pero a pesar del incremento constante de
tropas españolas, la política de reconcentración y la abrumadora superioridad
de su ejército, Weyler fue incapaz de derrotar a los patriotas cubanos.
Estos, conocedores del terreno y movidos por el
espíritu independentista llevaron a cabo una eficiente guerra de guerrillas que
consistía en operaciones ofensivo-defensivas que fueron desgastando al ejército
español paulatinamente sin que este pudiera obtener resultados favorables, a
pesar de contar con los mejores medios militares como líneas de fortificación,
ferrocarriles, vigilancia de las costas y el armamento más moderno de la época.
Para finales de 1897, el gobierno español se encontró
con las arcas vacías de dinero y con un ejército agotado por las enfermedades
tropicales y la implacable resistencia de los cubanos. Madrid decidió
finalmente destituir a Weyler, tanto por el costo político de su modo de hacer
la guerra, así como por su fracaso militar al no poder derrotar a los rebeldes.
Para comienzos de 1898, el ejército español apenas
controlaba las principales ciudades costeras. Los cubanos ganaban cada vez más terreno
y el gobierno colonial no contaba ya con los recursos para seguir costeando la
guerra.
El gobierno de Los Estados Unidos reclamaba que la
guerra afectaba sus intereses y le exigió a España reformas para lograr la paz.
La Corona Española le otorgó a Cuba la autonomía, e inició una serie de
reformas políticas y declaró un armisticio, pero los patriotas cubanos
declararon que ya era demasiado tarde para un arreglo pacífico y aseguraron que
sólo se detendrían hasta lograr la independencia.
Las tropas independentistas vislumbraban la victoria
final cuando la guerra tomaría otro rumbo: el acorazado estadounidense Maine,
que estaba de visita en la Bahía de La Habana, explotó. Ante esta situación,
Estados Unidos acusó a España de agresión y anunció una guerra inminente.
Ante la amenaza, el Capitán General de Cuba, Ramón
Blanco, le propuso al General Máximo Gómez, líder de los rebeldes, una alianza
para enfrentar a los norteamericanos. El general Gómez, se negó rotundamente y
recibió órdenes del gobierno rebelde de apoyar al ejército estadounidense para
lograr, finalmente, la expulsión de los españoles de Cuba.
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